LA CULTURA

Monday, December 11, 2006

COSTUMBRES INUSUALES

LA CONDUCTA SEXUAL
Tienden a suponer que la conducta sexual esta determinada biológicamente. Muchos creen que el impulso sexual es una fuerza poderosa (tan urgente como el hambre y la sed), que el sexo juega un papel central en la vida de todos los adultos, y que cada uno tiene un destino heterosexual.

En realidad, el "impulso sexual" es altamente variable a través de las culturas; El antropólogo Karl Heider (1976) estudió una sociedad en la cual la gente simplemente no estaba interesada en el sexo. Como muchos otros grupos que no tienen recursos para control de la natalidad, los Dani de Nueva Guinea practican un tabú a las relaciones sexuales posparto (es decir, la cópula está prohibida por un cierto periodo después del nacimiento de un niño).


En la mayoría de las sociedades en que ocurre esto, este tabú dura aproximadamente dos años. En la sociedad Dani dura de cuatro a seis años. Heider no encontró indicio de que los Dani compensaran la suspensión de las relaciones conyugales con relaciones extramaritales, relaciones homosexuales o masturbación. Ni que ellos mostraran signos de tensión o infelicidad. Los periodos de celibato largos les parecen normales y naturales.

En contraste, los Aranda de Australia consideran normal hacer el amor, dormir, luego volver a hacer el amor, tres a cinco veces por noche, todas las noches.Las técnicas sexuales, las normas de atracción sexual, las actitudes hacía la masturbación y los roles que juegan hombres y mujeres en relacio¬nes sexuales también varían entre las sociedades.



Los Tonga de África encuentran desagradable el besarse; los Siriono de Sudamérica encuentran excitante el noviazgo (quitar garrapatas y espinas del cuerpo de la pareja y piojos de su cabello).



En las islas Trobriand del Pacífico del Sur, los hombres declaran que viven en constante temor de ser víctimas de "violación múltiple" por pandillas de mujeres.
Las variaciones en la conducta sexual a través de las culturas ilustran tanto la flexibilidad de la conducta como la fuerza de la culturización


La India: un mundo diferente -

El concepto que cada ser humano tiene del mundo es un producto cultural. O, si se quiere precisar, depende de una estructura de productos culturales que en conjunto forman una cultura, como una serie de ladrillos debidamente ordenados forman un muro. Productos culturales son la moral, la religión y la dieta, por ejemplo, que a veces, en efecto, forman un muro contra la sabiduría y la cultura. A las mujeres saudíes les parece normal ser una esposa más y vivir en la misma casa con las otras esposas porque desde niñas crecieron con varias mamás y un solo papá y eso, para ellas, es lo natural. Los niños que nacen y viven en una familia católica son católicos con la misma fe y la misma sinceridad y fuerza interna con la que los niños nacidos en un hogar musulmán son musulmanes y los que nacen en la India de familias hinduistas son hinduistas.


Pero la dependencia de un producto cultural no significa necesariamente que lo que se nos dice en su nombre sea cierto. Así, por ejemplo, aunque algunos católicos creen de buena fe que su religión es la mayoritaria en el mundo los hechos demuestran que no es así y que cada día disminuye el número de sus devotos. Cabe la duda de si la lucha que lleva la Iglesia Católica de América Latina contra el control de la natalidad no estará motivada por el temor a perder feligreses, los hechos hablan.

Aquéllos que de niños vieron que en su casa sus mayores comían con naturalidad carne de serpiente, ya fuese en China y México (en Tabasco o en Monterrey) mientras que otros serían capaces de morir de hambre antes que hacerlo. Y lo mismo puede decirse de cualquier otra clase de alimento, variando cada ejemplo según las latitudes y las costumbres. Incluso un alimento conocido y normal como los huevos de gallina, miles -¿millones?- de personas se negarán a comerlos en Occidente si son presentados de color verde, como los preparan -deliciosamente, por cierto- en China. Todo consiste en los valores de cada quien en relación con los productos culturales, que no dependen de la raza ni de la nacionalidad ni del origen familiar.
La naturaleza del ser humano lleva consigo la creencia –a veces la seguridad- de que sus productos culturales (su educación, su moral, su religión, sus costumbres) son mucho mejores que los de otros y, por lo tanto, los únicos buenos y los únicos valiosos. Lo cual no es consecuencia del razonamiento, sino de la fuerza de la educación recibida, de la existencia vivida, de lo que nos han impuesto. Nadie, ni siquiera las excepciones, se libra por completo de la implicación de esas influencias.

Sin que pretendamos negar que en la India hay pobreza y, en sus capitales, miseria, comencemos por precisar que veinte o treinta días no siempre son suficientes para vencer el enorme choque cultural que la India supone para la mayoría de las personas formadas en la cultura occidental. La lectura de libros (vedas)–que es muy respetable- no sirve para vencer el choque cultural con la India sino, al contrario, para hacerlo más fuerte, ya que los libros muy rara vez pueden, si es que lo intentan siquiera, reflejar la India profunda, o la reflejan en su intimidad incognoscible.

En veinte o treinta días uno puede caer en errores muy graves, se interpreta muchas veces como: “Sólo la reencarnación nos redime”, la sabiduría hindú dice precisamente lo contrario: la salvación (del alma) radica en no reencarnar, en interrumpir el samsara, que es la cadena de reencarnaciones, porque el pensamiento hindú, que abarca mucho, desde el budismo hasta seis filosofías ortodoxas o caminos de salvación (a veces contradictorias), coincide en todas sus ramas en considerar que esto, la vida en la tierra, es el verdadero castigo (el Infierno, diríamos en Occidente).

En la India cuenta con el altísimo nivel de lectura o las letras por derecho propio, no superado por ninguna otra cultura de su tiempo. Pero la injusticia social es indignante, pero la de la India no es la misma ni se puede juzgar al mismo nivel que la de Occidente, porque las circunstancias no son las mismas. La India, hay que repetirlo con frecuencia, es otro mundo que no se puede encuadrar en los parámetros de Occidente, como hacen generalmente los escritores occidentales, desde los economistas a los teólogos.

Pasando a otro asunto, en la India muchos campesinos podrían comer carne y no la comen, podrían vestir mejor y no visten. Si se quiere identificar una razón habría que culpar a la religión hinduista, a los brahmanes y a una historia que –aunque existe y haya existido siempre la explotación del hombre por el hombre- en nada se parece a la nuestra.

En Occidente la religión se ha ido desvaneciendo sutilmente y ahora es muy poca la humanidad que vive bajo una verdadera presión religiosa, capaz de determinar su vida y sus actos. Por el contrario, en la India la religión gobierna a millones y millones de personas aunque, cosa curiosa (pero ya hemos repetido que se trata de un mundo distinto al nuestro), no hay una jerarquía eclesiástica, como en las diversas facetas del cristianismo occidental, que controle el poder político. Existe, es verdad, un partido político, el BJP (Bharatiya Janatha Party) en el que brahmanes intolerantes y fanáticos, como los que mandaron asesinar a Gandhi, se han encaramado al poder en la dirigencia. Pero es una excepción. El poder de los brahmanes suele ser personal, individual, para beneficio del brahman en cada caso.
En la India el hombre no es el rey de la creación, sino solamente una parte de ella. No es el único en tener alma, todos los animales la tienen, y todas las almas renacen, (en el continuo samsara, que es la constante transmigración de las almas a cuerpos distintos), según las leyes del karma: empeoran en cada renacimiento si el sujeto se ha comportado mal y mejoran cada nuevo nacimiento si el comportamiento ha sido bueno hasta que se logra la salvación, cuando ya no se vuelve a renacer y el alma individual (atman) se une al Alma Universal (Brahman). Mientras dura el ciclo se puede renacer en un animal, en un hombre de casta superior o de casta inferior, pero al salir de la rueda de las reencarnaciones se logra la salvación al unirse al Brahman. Ya no se renace.


Ciertamente el problema social es universal y los seres humanos necesitan comer en todas partes, sí. Pero ni en Oriente ni en Occidente, pueden plantearse principios cristianos, marxistas o revolucionarios de justicia social con el mismo patrón occidental, queriendo ajustar a los hinduistas a los moldes de nuestro mundo. Y ni en Oriente ni en Occidente es lo mismo un obrero que ayuna porque no gana lo suficiente para comer que un monje fanático que ayuna para hacer méritos con Dios. Lo que Occidente no puede entender es que millones de seres humanos sean fieles a sus creencias y a sus principios. Eso está por fuera de los productos culturales occidentales que en la vida real y práctica no entenderían jamás a un jaina que no es “un negro semidesnudo envuelto en una sábana”, sino un caballero bien vestido que puede ser joyero o sastre, o editor o librero (nunca agricultor ni con una actividad que cause muerte de seres vivos) que va al matadero y compra un animal de los que van a ser sacrificados –la minoría musulmana y otras comen carne- para salvarlo y evitar que lo maten. Y que no puede compararse con un campesino europeo que mata un cerdito lechón o una cabra para agasajar a sus amigos.

Por eso es tan difícil entender a la India, porque nada allí es simple. En la India todo lo que nos parece obvio, además de no ser la única realidad, es muy complicado. Lo primero que enseña el Anekanta-vada es que todo depende del punto de vista.